domingo, 22 de agosto de 2010

Mi vida...

Fue diferente. Hacia tiempo que no soñaba, si ha eso se le puede llamar soañar.
La noche me envolvía. El frio erizaba mi piel, como en las otras ocasiones. De nuevo el miedo me envadía y echaba a
correr, sin saber a donde, ni porque. Solo sentía una amenaza, peligro.
Mis pies no hacían caso, no corrían más. Y caigo. Pero siento su mano, rozando las mías, y sus ojos verdes azulados
mirandome fijamente. Una sensación de alivio me inunda, y entonces, mete su mano en el bolsillo de la túnica que vestía,
y que le cubría la cabeza, para sacar la daga que pondría fin a mi vida. Sabeedora de lo que me esperaba, sólo tuve
tiempo que preguntarle porque me hacía esto. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas con fuerza. "Tu me hicistes lo
mismo", contestó. Alzó el puñal hacia la luna, pero esta vez besó mis labios, como lo solia hacer antes. "Lo siento
pequeña, tienes que saber que se siente". "No, no hace falta que lo hagas, lo sé", puede responder entre sollozos.

No quería salvar mi vida, no me interesaba seguir respirando. Sólo quería que supiera que no era el único al que
le habían arrancado el corazón, que no fue mi culpa, que lo seguía echando de menos en las noches, que con cada
palabra que me decía se derretía mi corazón... pero no contaba con tiempo para explicárselo, así que cerré los ojos
y dejé que el puñal atravesara mi piel, para clavarse en mi corazón.

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