jueves, 30 de junio de 2011

FJP

Luz tenue. Música alta en mis oídos. Me aislo del mundo. Mi cuerpo pide un cambio.
Quiero dejar atrás todos los amaneceres en los que fui una ingenua. Aún sigo pensándote, pero cada vez te siento más lejos. No estás conmigo, y tengo que ser realista... no lo estarás. Eres sólo el capricho de una niña.
Sigues en mis sueños. Me torturas con esa sonrisa, con esa voz. Clavo las uñas en mi cuerpo. El dolor me hace volver a la realidad. Jamás, me repito una y otra vez... hasta que llega la noche.
Puedo olerte. Tocas mi cuerpo, me arropas, besas mi piel. Siento tu pecho contra mi espalda. Y me vuelvo inmensamente feliz. Desearía tanto que eso se hiciera realidad... Dime que es lo que te frena, y haré de nuestro camino un mar, inmenso, sin fin, puro.
Aparece y sentenciame. Juro no volver a cruzar una mirada contigo, juro no volver a sonreir al verte.
No se como afrontarte... ni siquiera se si sigues recordándome. ¿Me recuerdas? ¿Recuerdas las tardes en las que te esperaba en mi portal, sólo con la escusa de ir a estudiar? ¿Recuerdas esas miradas fugaces en clases? Cada una de tus palabras, tatuadas. Cada una de tus sonrisas, a fuego. Sabes que eso no será así para siempre.
Hoy he tenido suerte... empiezo a olvidar.

lunes, 27 de junio de 2011

Declaración?

Sigues paseándote. De un lado a otro, de aquí para allá. Desapareces, vuelves. No llamas a ninguna puerta. Tampoco las cierras. Cuando me rindo, me das la mano. Cuando abandono me buscas. Secas mi sudor. Pero no me sacias.
Siento el frío, me arropas. Tengo calor, me despojas. Lames mis heridas. Me hieres cuando menos lo espero. Secas mis lágrimas cuando lloro y las provocas cuando se van.
Sueño contigo cada noche... siempre en vano, nunca apareces. Te dedico cada amanecer y cada duermevela. Mi mente es toda tuya. No existe hora, ni día, ni situación en la que no estés presente. Mis labios solo te buscan a ti, mis manos no te encuentran. Y lloro. No estás aquí para consolarme. Solo en sueños.
Tantas cosas por ti, tantas... No tienes ni idea, por suerte. Pensarías que estoy loca...
Ni siquiera sé porque te escribo esto. Tal vez, porque no me atrevo a decírtelo, tal vez, porque tengo la esperanza de que lo leas, y sepas que eres tú. Quizás algún día, cuando no tenga nada que perder, hable.
Sabes que es una locura. No lo entenderás, pero no hace falta que lo hagas. Hay cosas que superan la ciencia y la lógica. Yo. Lo que siento por ti.
Eres hielo y fuego... Eres mi vida... pero también mi muerte.

domingo, 12 de junio de 2011

Truenos

El agua me caía por los hombros. Los truenos rugían en mi cabeza. Los relámpagos iluminaban la calle. Mis lágrimas se mezclaban con la lluvia.
Me encontraba en una cuidad, desconocida. Las farolas estaban apagadas. No había nadie en la calle. Corría, como nunca antes lo había hecho. Doblé la esquina y me escondí debajo del hueco de una escalera. Advertí que iba descalza de un pie. Al parecer, el vestido que llevaba estaba rasgado, pues sentía el frío del agua en mi torso. Me acurruqué, pareciendo un ovillo. El pelo mojado me cubría las rodillas. Intentaba ahogar mis sollozos con el fin de no ser encontrada, de no ser descubierta.
Oí pasos a lo lejos. Alcé la cabeza. Me había encontrado... Estaba muerta. La silueta se acercó a mi, con un objeto en la mano. Me sacó de los pelos de mi escondite. Le pedía clemencia. Me estampó con la pared, y empezó a besar mi cuello y mi pecho mojado.
Tenía más fuerza que yo, no podía moverme. Todavía no le había visto la cara, se la cubría una capucha color negro por completo. Pero esos besos... esas manos... esa voz aterrándome... Empezaba a subirme el vestido, empezaba a tocarme la pierna. Sabía lo que vendría. Una patada fue directa a su abdomen, y como reflejo, un cuchillo a mi garganta. No apretaba, sólo avisaba. Volvía a su trabajo, pero esta vez de forma más violenta. Me hacía daño, su mano empezaba a apretar, el cuchillo se clavaba en mi piel. Gritaba de dolor, sentía la sangre caer por mi escote...

Desperté de un salto, algo me había asustado. Llovía intensamente. Truenos y relámpagos me acompañaban. Toqué mi cuello, mi cuerpo, sin encontrar nada anómalo. Mis ojos se toparon con una ventana abierta. Miré alrededor, pero estaba en mi cama. Desorientada me levanté a cerrarla, y entonces caí en la cuenta de que aveces los errores que tanto nos molestan, puede que se lo hagamos a los demás, en este caso, a una misma. Volví a la cama con una sensación extraña en el cuerpo. Cerré los ojos y me dormí.

martes, 7 de junio de 2011

Noches

El ruido de la calle no me dejaba dormir, así que me levanté a cerrar la ventana. Aún era de noche, y las farolas estaban encendidas. Tapé mi cuerpo desnudo con la sábana que le arropaba. Dormía como un bebé. No se dio cuenta de que me había levantado.
Volví a la cama y me acurruqué como hacía normalmente contra su pecho. Esa vez no me abrazó. Llevaba un par de días sin hacerlo. Conseguí dormir con el último rayo de sol.
Abrí los ojos. Me notaba sola. Mi mano recorrió su parte de colchón, encontrando la nada. Esa terrorífica sensación recorrió mi cuerpo...
Esa noche el frío que entraba por la ventana era el motivo de mi desvelo. Tapé mi cuerpo con la misma sábana y cerré la misma ventana. Vi las mismas farolas y me acompañaba la misma noche. Él ni se movió. Volví a acurrucarme contra su pecho, pero no obtuve ninguna respuesta. Desperté horas más tarde, sola de nuevo. El corazón me dolió una vez más...
Estoy tumbada en la cama. Lo siento encima. Su cuerpo arde, sus besos queman. Mis ojos se encuentran con esa ventana, de nuevo abierta. Y entonces comprendo. Lo separo de mi con dificultad. La sábana que me viste cada madrugada está en el suelo, al igual que mi ropa. Me levanto sin decir nada y empiezo a vestirme. No le miro a los ojos, sé lo que aré. Me pongo los pantalones y la camisa, busco las llaves del coche en mi bolso y me dirijo hacia la puerta. Lo miro por última vez, mis ojos lo dicen todo. Mis labios dibujan una sonrisa al ver su confundida expresión.
"Cierra la puta ventana" -fue lo último que dije antes de desaparecer por el umbral de la puerta dando un portazo.
No es el echo de que no te abrace, de que no te de los buenos días al despertar, de que no sea cariñoso cuando lo necesitas y de que no se despida de ti al marcharse, es el echo de que pudiendo evitarte sufrimiento no lo haga...

viernes, 3 de junio de 2011

Dibujos

Hoy la razón me vence... Hoy no sé que es lo que está al derecho y que al revés.
Quizás mi empeño no justifique la ausencia del suyo. Quizás las ganas que yo tengo no sean suficientes para hacernos volar. Volar... sensación que muchos quieren pero que nadie se esfuerza a encontrar.
Hoy las ganas se fueron con el soplo del levante. Un simple susurro de labios, un simple movimiento de pelo. Se fueron, de nuevo.
Cada vez aguanto menos esta carga, lo siento. Siento como mi cuerpo reacciona. No estoy dispuesta a tirar del carro sola. No puedo, compréndeme. No puedo volver a caer una y otra vez en lo mismo... mi corazón no lo soporta. No más dolor. Se apena de mí una y otra vez. Él cree que no oigo como llora, pero aveces, en mitad de la noche, con el silencio, escucho sus quejidos... El tiempo retrocede entonces. De nuevo esa sensación en el pecho, ese vacío donde sólo están sus ojos marrones, su piel morena y su voz suave, con ese acento... Lo pienso en frío, y sólo me das asco, pena.
Hoy, nada de lo que quiero construir tiene cimientos firmes, sólo son bocetos a mano alzada dibujados por una niña de 4 años... esa niña que todavía vive en mí, y que aún cree en los cuentos de hadas.