miércoles, 29 de diciembre de 2010

Tigresa

Hoy soy más consciente de lo que me rodea. Siento el aire que golpea mi cara. Siento mi corazón latir. La cabeza me sigue dando vueltas. Ahora parece que mi objetivo está más cerca de mí. Siento como se relaja y se distrae. Como buena cazadora me avalanzaré sobre él y le hincaré los dientes. Espero a que baje más la guardia.
Será mio para siempre. Tendré sus labios sólo para mi. Tendré sus manos, sus caricias, su cuerpo... y ya no podrá escapar. Te tendré, en la cárcel de mis manos. En lo suave de mis labios. Enloquecerás. Ya no podrás escapar. Y yo seré inmensamente feliz.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Gotita

Llueve sobre mi cristal. Dibujo sonrisas con el bao que desprende mi respiración. Me fijo en las gotitas que quedan atrapadas y cierro los ojos soñando que soy una de ellas. Puedo verme surcando los más profundos mares, conociendo criaturas que nadie jamás a visto. Me evaporo, y la sensación de volar me encanta. Planeo sobre una tierra que desconozco, deteniéndome en cada detalle de ese imperfecto suelo, para luego, con un poco de suerte, caer. Siento que la gravedad me llama, y me dejo llevar. Caigo sobre tu cabeza. Resbalo sobre tus mejillas, y sigo mi ansiado viaje por tus labios. Tus benditos labios. Los saboreo. Y que duermo un instante ahí, disfrutándolos. Vuelvo a resbalar por tu cuello, hasta que llego a tu pecho. Oigo los latidos de tu corazón. Noto como se eriza tu piel, debido a la frialdad de mi cuerpo. Decido poner fin a mi travesía, hasta que el calor que desprendes me haga volver al cielo.
Abro los ojos. Noto mojadas mis mejillas. Entonces comprendo... Ahora comprendo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sábanas

Me tumbo en la cama. Las mantas hasta el cuello aún no calientan. Me mezco para conciliar el sueño. La cabeza me de vueltas, entre imágenes y besos.
Entonces alguien me abraza por la espalda. Se acurruca junto a mi y posa su mano sobre mi pecho. Besa levemente mi cuello.
Agudizo el olfato y reconozco el olor de su cuerpo. No abro los ojos para saber que es él. Mi mano acaricia su espalda desnuda. Mis piernas sienten el roce suave de las suyas y despiertan. Se va el frio, la tristeza, y el miedo.
En ese momento supe que mis manos estaban creadas para acariciar su cuerpo desnudo, que mis labios encajaban con los suyos, y que mi corazón no latia sin él.
Me vuelvo para contemplar el rostro que me hace tanto daño, y su piel morena se esfuma, de la misma manera que llegó. Busco sus manos sobre mí, y solo encuentro la nada. Busco sus ojos chocolate, y los pierdo.
Me rindo de nuevo sobre las frias sábanas a esperar que de nuevo mi imaginación me haga creer cosas tan lindas y placenteras como esta.