martes, 31 de agosto de 2010

Retales

Retales. Estoy compuesta de retales. Vestidos granas, multicolores... Se ciñen sobre mi, vistiéndome. Retales de amores. Pocos.
Me veo envuelta en lo mismo de siempre. Sonrisas demasiadas. Palabras poco sinceras. Inevitable comparar.

Hoy es uno de esos días en los que me miro al espejo buscando respuestas. Miro fijamente mis ojos. Puedo ver mis pupilas dilatarse. ¿Quién me ha echo así? ¿Porque?
Parece que no aprendo. De nuevo más palabras que besos. Ahora mis mariposas vuelan despacio. Pero vuelan. Intento controlarlas, las ahogo con un poco de precaución y recuerdo. Siempre se olvida aquello que nos hace sufrir.
Miro mi pelo. Rizos. Miro mis labios. Rosados. Me fijo la línea que los dibuja. Quisiera verme desde fuera. Con otros ojos. Quiero comprenderme desde otro punto de vista... Conocerme.

Me siento atrapada. Creo que ahora puedo entender. Y no puedo culpar a nadie. Ahora.
Un paso hacia atrás. No! Vuelvo a caminar hacia delante. Nunca más me mezclaré con mis propias sombras.

No me dejes a mi suerte... Cógeme la mano. Fuerte. Ayúdame a crecer. Ayúdame a sentir. Siempre he sido buena alumna. Prometo cubrirte con mis retales, para que jamás sientas frío. No al menos estando conmigo.

viernes, 27 de agosto de 2010

Mitad

Me encuentro en mitad de un pasillo, infinítamente largo. Echo la vista hacia atrás. Sólo veo sombras que vienen y van intentando cruzar la línea que separa mi presente y pasado. Me planteo cosas inútiles, estúpidas y sin sentido.

Soy consciente de que todavía esos fantasmas pueden meterse en mi cabeza y hacer de mi otro espectro.
Sigo echando de menos a quien me hizo tanto daño. Pero miro hacia delante y veo luz. Luz en unos ojos. Luz en unas manos que se mueren por arroparme, por tocarme. Lo sé, soy así de estúpida. Avanzo un paso. Me detengo. Vuelvo hacia atrás. Miro mis pies pidiéndoles consejo, pero sólo tengo silencio. No me detendré en el camino. No retrocederé, a no ser que me obliguen, que me tiren de la camisa y me abracen fuerte para no dejarme escapar nunca más.

No guardo rencor, ni odio, ni ira. No queda nada malo en mi. Si algunas de esas nítidas sombras me necesita, aunque sólo sea para... algo, estoy segura de que sabrá donde encontrarme =)

martes, 24 de agosto de 2010

Destrozar cosas. Desahogarme. Gritar.
No puedo creer que todo eso termine haciéndome sentir así... con sentimientos tan contradictorios.

Un piano me calma, haciendo que las lágrimas resvalen por mis mejillas. Sí, de nuevo. Sí, otra vez. Sí, lo sé.

He sido víctima de una traición que no esperaba. Mi canción para dormir me trae aromas de recuerdo. Latigazos en mi piel. Latigazos en mi mente. No. Sigue siendo la canción que me calma. Pero no me acucuna en sueños. Me ha dejado sola, con mis pesadillas. Se ha revelado contra mi alma, mi cuerpo, mi mente... haciéndome una marioneta de papel que se lleva el viento. Viento. Recorriéndome, haciéndome más consciente de esa traición.
Dime, ¿nunca has sido mía?

Y... es que aún tienes tanto que enseñarme...

Diferente

Esta vez me coge con las defensas bajas... pero solo puedo sentir lástima.
Siempre he tenido un "don" para ayudar a los demás a estabilizarse.
Como una vez me dijo alguien sabio: " tu si estás emocionalmente compensada..." Pero sólo si la quieren... no puedo ayudar a alguien que no se deja.

Yo sigo andando, no me paro en medio del camino, esta vez no. No miro hacia atrás para ver la misma mierda. Tengo mucho camino que recorrer, aunque sea sola. Los caminos están llenos de solitarios. Siempre he sido una persona muy sociable. No tendré problemas.

Me siento como una extraña en mi cuerpo. Por una vez no tengo muy claro lo que quiero, ni a quien... Intento aferrarme a algo o a alguien, pero mis manos resbalan, y me dejan caer al oscuro abismo de la soledad. Rodeada de gente en mitad de la nada, en mitad del vacío.

Una llamada hace que florezca una sonrisa. La misma llamada de hace dos meses. Insiste, me gusta. Por lo menos él se acuerda de las fechas... De momento es lo que me mantiene la cabeza cuerda, el corazón en marcha y dormidos los recuerdos. Aunque nunca me gusto tropezar dos veces con la misma piedra... No me fuerzo por dejarle.

domingo, 22 de agosto de 2010

Estrellita

Ese día ya sentia que iba a ser diferente. Primero un sueño del que solo recuerdo imágenes poco nítidas. Después
unos buenos días perfectos, con palabras mágicas: "buenos días princesita". Un día de playa espectacular, jugando
con las olas, la arena y el sol. Y por la noche, esos besos que tanto me gustaban.
Caricias cálidas. Besos húmedos. Temperatura al límite.

Un manto de estrellas nos vigilaban y hacian de nosotros insignificantes personajillos de carne y hueso.
El leve viento de levante no ayudaba con mi idea de mantener los pies en la tierra y conmigo el control, ya que
mecía mi vestido, mi pelo y mis ganas hacia él, dejándole ver un poco más de lo que ya había visto en la inocente
playa de día.

Más besos y caricias. Y zás! miro al cielo, y las llemas de mis dedos rozan una estrella fugaz, como aquella primera
mirada. La aprieto contra mi mano, y siento placer, por hacer algo que nadie había echo hasta ahora.
Abro lentamente mi mano para comtemplar mejor aquella estrellita estúpida que se había dejado atrapar.
Y allí estaba, en mi mano, acogedora, calentita, y rojiza. Y el placer vuelve a apoderarse de mi,
esta vez de un modo diferente al de antes, recorriendo cada rincón, cada curva, cada célula de mi cuerpo, y
estalla haciendo estremecerme con tanta fuerza que la estrella se me escapa y vuelve a donde le pertenece,
y mi mano al lugar de donde vino tanta explosión de felicidad.

Mi vida...

Fue diferente. Hacia tiempo que no soñaba, si ha eso se le puede llamar soañar.
La noche me envolvía. El frio erizaba mi piel, como en las otras ocasiones. De nuevo el miedo me envadía y echaba a
correr, sin saber a donde, ni porque. Solo sentía una amenaza, peligro.
Mis pies no hacían caso, no corrían más. Y caigo. Pero siento su mano, rozando las mías, y sus ojos verdes azulados
mirandome fijamente. Una sensación de alivio me inunda, y entonces, mete su mano en el bolsillo de la túnica que vestía,
y que le cubría la cabeza, para sacar la daga que pondría fin a mi vida. Sabeedora de lo que me esperaba, sólo tuve
tiempo que preguntarle porque me hacía esto. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas con fuerza. "Tu me hicistes lo
mismo", contestó. Alzó el puñal hacia la luna, pero esta vez besó mis labios, como lo solia hacer antes. "Lo siento
pequeña, tienes que saber que se siente". "No, no hace falta que lo hagas, lo sé", puede responder entre sollozos.

No quería salvar mi vida, no me interesaba seguir respirando. Sólo quería que supiera que no era el único al que
le habían arrancado el corazón, que no fue mi culpa, que lo seguía echando de menos en las noches, que con cada
palabra que me decía se derretía mi corazón... pero no contaba con tiempo para explicárselo, así que cerré los ojos
y dejé que el puñal atravesara mi piel, para clavarse en mi corazón.