domingo, 5 de diciembre de 2010

Sábanas

Me tumbo en la cama. Las mantas hasta el cuello aún no calientan. Me mezco para conciliar el sueño. La cabeza me de vueltas, entre imágenes y besos.
Entonces alguien me abraza por la espalda. Se acurruca junto a mi y posa su mano sobre mi pecho. Besa levemente mi cuello.
Agudizo el olfato y reconozco el olor de su cuerpo. No abro los ojos para saber que es él. Mi mano acaricia su espalda desnuda. Mis piernas sienten el roce suave de las suyas y despiertan. Se va el frio, la tristeza, y el miedo.
En ese momento supe que mis manos estaban creadas para acariciar su cuerpo desnudo, que mis labios encajaban con los suyos, y que mi corazón no latia sin él.
Me vuelvo para contemplar el rostro que me hace tanto daño, y su piel morena se esfuma, de la misma manera que llegó. Busco sus manos sobre mí, y solo encuentro la nada. Busco sus ojos chocolate, y los pierdo.
Me rindo de nuevo sobre las frias sábanas a esperar que de nuevo mi imaginación me haga creer cosas tan lindas y placenteras como esta.

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