domingo, 18 de julio de 2010

Paseo

Primer día.

Primera noche. No mi mejor noche... Últimamente temo cerrar los ojos y dormir, algo que antes amaba.
No duermo, mi cuerpo solo descansa. En mi mente se libra una batalla.


Tumbada al sol parece que se olvidan los problemas. Pero solo parece. En frente mía se extienden millones de
kilómetros de un mar furioso. En viento ondea mi pelo. Sensación agradable.

Sonrisas, caricias, besos y palabras invaden mi pobre cabeza. Inevitable. Promesas rotas, tantas...

Giro la vista, con la esperanza de hacer desaparecer esa sensación de agobio. Pero solo veo arena infinita.
Suspiro. Mis ojos están apunto de explotar. Demasiada gente delante. No volveré a llorar con mi madre por esto.
Le afecta. Me entiende. La adoro. Ella es mi vía de salvación junto con la música. Se sienta junto ami,
y deja que llore, para luego hacerme entender y reflexionar. Es una sensación especial.

Vuelvo a la realidad. Decido ponerme los cascos. Las lágrimas desbordan mis ojos, y no quiero que sea allí.
Suerte que llevo las gafas.
Me levanto, y echo a andar. Sola. Una mano se aferra a la mía. Me giro y encuentro esa sonrisa. Me conoce demasiado
bien como para dejarme.
Echamos a andar, con Justin B en la oreja. Las olas rompen en nuestros pies, congelada.
Me sube las gafas, y exploto agachando la cabeza.
No te merece, me dice, no te merece. Sus manos rodean mi cuello. Es increíble que solo tenga 14 años.

Seguimos andando en silencio, solo roto en nuestros oídos por esa voz angelical. El sol calienta mi cara, y deja
la sombra atrás. Me coje la mano de nuevo. Noto su calidez contra la mía.
En un segundo de desaparición cierro el puño que me queda libre, deseando que mi deseo se cumpla. Miro hacia abajo.
Estúpida, sabes que nunca será como quieres. Nunca se cumplirán esas promesas. Pienso.

No se cuanto tiempo estuvimos andando, ni cuando mis lágrimas cesaron, pero el paseo me vino bien.

Llegamos a nuestro lugar de origen. Volvemos al coche, y ponemos rumbo a la pesca. Me distraigo con las chorradas de
mi padre. Sabe que algo pasa. Me abraza.

Contemplo inmutable el romper de las olas en las rocas y veo los pequeños peces que buscan comida en ellas. Me gustaría
ser ahora mismo ese pez que solo tiene que preocuparse de sí mismo.

Cae el sol, y volvemos a casa. Ducha, cena, cartas y... mañana será un nuevo día. Esperemos que mejor que el de hoy.

No consigo dormir... Se está convirtiendo en una costumbre poco sana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario