jueves, 15 de julio de 2010

1:28...

Ayer, 1:28 de la madrugada. Frágil.

Los recuerdos no me dejaban dormir. Inquieta.
Tanteé en la oscuridad buscando los cascos. Algo en la radio me hará dormir, pensé.

Otra vez la música como salvación.

Pulsé Radio FM en el móvil, y zás!

No recordaba cual era la última emisora que había escuchado. No me lo podía creer. ¿Casualidad? ¿Mala pata? Creo que una mezcla de ambos...

El timbre de una voz familiar recorrió todo mi cuerpo, enrizándome.
Esa voz, que juré no volver a escuchar.

Inevitablemente se abrió la caja con todos los recuerdos. De repente lo tenía susurrandome al oído. Me enloquecía.

Podía ver cada gesto que hacía, podía imaginarmelo.
Esa risa me mataba... Esa chispa... Me sentía derrotada.

Al cabo de media hora, la voz taladraba mi cabeza, y yo me defendía de la única manera inútil que sabía, convenciendome a mi misma de que no era real, que no era posible.

Agotada, acomodé la cabeza en la almohada y metí el móvil debajo.
Quería dejarme llevar. Quería que me envolviera. No podía luchar más contra ese sentimiento.

Escuché sólo esa voz, aun no siendo la única que había. Las palabras no tenían sentido en mi mente, pero ahí estaba yo, estúpida, idiota, torturándome. No me importaba las consecuencias de aquella noche.

Descubrí que esa voz seguía siendo mágica para mi cuando a la hora y media me desperté de la duermevela en la que me hayaba, tranquila, atontada.
Abrazada por una sensación familiar que hacía, hasta hace una semana y 4 días, que mi sueño fuese plácido y reconfortante.

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